¡Barbie, vive carajo!, ideología de guerra

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Por la señor¡Barbie, vive carajo!, ideología de guerraita Kenton, la nueva ama de llaves*

1.
Le dije a Mariana, ¿has visto cómo siempre hay un pendejo (o pendeja) que se pone de moda una semana, pero luego desaparece como un fantasma?
Ahora, yo, una anciana con síntomas de gota y neuritis, rentando un departamento carísimo en Estados Unidos, sueño con volver a esa ciudad chiquita, rural, modesta, oscura donde los abogados sueñan con ser escritores, las mujeres ya no leen a Henry Miller, han desaparecido de un plumazo los casinos, se extrañan editores de cultura con intelecto, y me cuentan que ahora se asemeja a una granja orwelliana feliz y estancada en el tiempo, donde nadie debe decir nada incómodo, que altere ese paz de burro viejo y adormilado.
La ciudad vive un boom de arte, de genios, de cine de altísima calidad, de críticos con dignidad, de vino de buena calidad y a precios honestos.
Salir en la chiquita prensa local, a página entera, sigue siendo un hito para los chicos nuevos del barrio, esos que hablan de derechos humanos y próstatas sanas.
Todo en la ciudad de Atahualpa (o del ‘Desdentado de los Andes’) es un truco, una simulación, una beatería.
(Imaginad los flatos de una beata, que los abanica con su chalina. Imaginad a Juan Montalvo con un saquito de botones y corbatín de millennial).
Y cuando Mariana me pide hablar sobre ‘Barbie’, vuelvo a sostener en mi mente que ahora vivimos en un mundo donde todo se lo hace como un maquillaje para estar de moda, para hacer un pequeño escándalo moral.
El mundo de hoy es un blof, un careo, dimes y diretes.
Si antes, Lawrence Durrell, Jennifer Beals, Edgar G. Robinson o Samuel Horwitz, tenían bien trabajada su reputación, hoy en día solo hace falta ser un ‘influencer’, un histérico en redes sociales (‘hater’) o afiliarse a un gremio de superhéroes.
Adiós a la trayectoria bien ganada, hoy cada quien se pone un título en su cuenta social, crea un escándalo o un avatar, y vive de ello.
Y eso podría ser también ‘Barbie’, una película tan sutil como una cala de ideología y forzada moralidad, caricaturesca y prosaica, que cuenta además con un lamentable actor como Ryan Gosling, que se quiere ganar la atención, y se ha vuelto, para bien de este artículo, ‘el pendejo de moda’.
2.
Pienso en Marlon Brando (‘Superman’), pero también en actores menores como Mark Ruffalo (‘Zodiaco’) o el mismo Eddie Murphy (‘Superdetective en Hollywood’).
Y al pensarlos, entiendo que el trabajo de actuación se cierne y se cuece dentro de ‘las tablas’, es decir delante de las cámaras, pero no detrás de ellas.
Hay un actor cuya vida pasa casi totalmente desapercibida del mundanal ruido, y es Al Pacino.
Desde que trabajó en ‘Bobby Deerfield’ (1977), Al se dio cuenta que tanto la arrogancia como la farándula sólo atraen a las moscas.
Y de ahí en adelante se enclaustró, con botellas de JD, odiando el amor masculino que le ofrecía Diane Keaton, y rechazó hacer declaraciones para la plebe.
Ryan Gosling jamás podrá ser un ermitaño o un Dirk Bogard que prefiere no hablar.
Gosling es una comadre, una ‘amigue’ y da pruebas que debe ganar puntos fuera de la cancha. Nominado al Oscar (no sorprende tal disparate), abrió la boca en favor de ‘las supuestas minorías’ y como dicen en Azogues, es apenas ‘un quedador bien’, abogado de pobres, ‘chique’ positivo, alma ‘chill’.
3.
El mundo (el de hoy) muestra preocupación ante las declaraciones de Ryan Gosling.
Pero, ¿quién rayos es Ryan Gosling?
Es el actor de ‘Barbie’, quien luego de la película ha salido a decir que le hubiera gustado que sus colegas también sean nominadas al Oscar.
Se refiere a Greta Gerwing (soñando que ganase la estatuilla a mejor dirección) y a Margot Robbie (soñándola como una buena actriz).
“No hay Ken sin Barbie, y no hay película de Barbie sin Greta Gerwig y Margot Robbie, las dos personas más responsables de esta película histórica y mundialmente celebrada”.
¡¿Película histórica?! ¿Gosling está fumado?
De inmediato, esto activó las lenguas viperinas y movió las hordas que aman la ideología, sobre el arte; la ideología sobre eros; la ideología sobre ser sencillamente profesional.
Gosling, quien debe saber que nada bueno le traerán sus insustanciales papeles de plástico, debe provocar a troche y moche olas de controversia fuera de cámaras.
Debe ser un tuitero más, que con su lengua intenta ensuciar la alfombra roja.
4.
“Decir que estoy decepcionado de que no estén nominados en sus respectivas categorías sería quedarse corto”.
Esas palabras de Gosling, de corte político más que cinematográfico, no hacen más que sumir a la gala de los Óscares en un mercado donde el que grita más, se lleva las palmas.
Con rostro de planta de pie, ojos abotargados, labios finos que parecen una herida en su insípido rostro sin facciones, pelo pajizo y nariz larga, Gosling es uno más de ‘elles’ que quiere ponerse del lado conveniente de la cancha, donde todos son moral y políticamente idóneos y desde luego, tienen el género señalado para ganar y autorizar qué es correcto.
Las obras de arte, como lo ha dicho cien veces Coppola, se defienden y definen con el filtro de la historia.
‘El Padrino’, por ejemplo, es una saga eminentemente machista donde los atropellos de un canalla llamado Michael Corleone no cesan hasta su vejez.
Recordemos que debido a la violencia, machismo y vanidad de Michael, no solo que provoca un aborto en el vientre de Kay, destruye un hogar, acaba con los nervios de una moderna y razonable esposa, asesina a su hermano Fredo, sino que también provoca la muerte de su hija Marie.
Un hombre idiota, este Michael Corleone.
Y sin embargo, a pesar de tanta incorreción de este ser humano, otra criatura de Dios (o de Shakespeare), ‘El Padrino’ es la saga más vista en el planeta y que de manera real y palpable ha marcado la historia del cine.
Obviamente Gosling, no diferencia el arte de la sociología.
5.
A inicios del siglo XX, no había modas ni ‘elles’, ni ’todes’. Pero había inteligencia, lecturas, mujeres artistas que leyendo bien la literatura victoriana XIX, pudieron debatir el complejo mundo de las mujeres, de los hombres y la naturaleza mental, social y geográfica que los marcaba (pienso en mi obra favorita llamada ‘Jane Eyre’).
Virginia Woolf es una de ellas. Os invito a revisar ese egregio relato llamado: ‘La dama en el espejo’, uno de los primeros textos feministas y anticapitalistas que en 1929, inicios del siglo XX, se erigió como una visión diferente de una sociedad donde los hombres —involuntariamente— debían hacerse cargo de todo, inclusive de las guerras.
Este accidente —donde ellos predominaban— se ha dado en calificar como ‘heteropatriarcado’; y hoy en día, esa horrenda palabra —que suena a tuberculosis— también penetra la historia de Barbie.
Otra mujer lúcida y artista es la admirable Jane Campion, quien no renunció a la estética, para contarnos en ‘El Piano’ (1993) qué sucede cuando un ser humano (esposa insatisfecha) traiciona a su marido para ser libre.
En el camino de la infidelidad, quedan dos hombres utilizados por la silente pianista que hábilmente logra deshacerse de un matrimonio.
Aunque para ello tenga que cortarse los dedos, tentar matarse, y hasta huir de las responsabilidades de ser una mamá tierna y abnegada.
Naaa. La pianista simplemente es un ser visceral, salvajemente sublime, amante del poder y la violencia.
En fin, esta oda a la libertad de las malcasadas nunca fue ni defendida por el gremio de actores y actrices ni tampoco ganó un Oscar. Ese año, Clint Eastwood se llevó la estatuilla con una película de vaqueros, donde lo mejor es Morgan Freeman (Los imperdonables).
Y sorprende, que hasta el día de hoy, ‘El Piano’ no sea un modelo para las arengas políticas, feministas o en pro de las libertades individuales.
Obvio que no es fácil defender a Campion. Así como no es moneda común hablar de Saul Bellow o de ‘Absalom, Absalom!’, la bellísima novela de William Faulkner.
¿Por qué?
Porque a nadie le interesa abrazar las obras de arte y desentrañar su simbología profunda. Eso cuesta tiempo, esfuerzo y seso.
Es más sencillo abrazar a Piero, la trova cubana, ‘Barbie’, ‘Las cruces sobre el agua’, las banderas de cualquier lucha.
Es decir, da pereza debatir los conceptos humanos de Vincent van Gogh, y es más fácil seguir el panfleto de la señora Gerwing.
Es mejor olvidar el culto a Friedrich Nietzsche de la lúcida directora italiana Liliana Cavani (Portero de noche); y es ‘más cool’, pedir que la mediocre Margot Robbie gane un Oscar para sentar un precedente sociológico en el cine.
6.
Dicen que el director alemán Werner Herzog (‘El hombre oso’) no pudo siquiera terminar de ver ‘Barbie’, y ambiguamente ha dicho que la experiencia de ver esta película le resultó un descenso a los infiernos.
Ochoymedio programa ‘Barbie’ para que una vez más el espectador se enfrente con lo que está en voga, los mensajes que hoy en día son la talla de este mundo, y una división entre lo masculino y femenino según los dogmas de doña Greta.
Y como está de moda protestar, yo protesto porque ‘Ferrari’, la brillante película de Michael Mann, ¡una joya!, no está nominada a los Oscares.
De ella escribiré próximamente, por el momento estoy ocupada, debo acompañar a un querido amigo mexicano a realizarse una vasectomía.
*La señorita Kenton es una sencilla ama de llaves, muy responsable y trabajadora, que brindó sus buenos oficios en la mansión Darlington, en Inglaterra, hasta cuando cumplió 50 años. Ahora reside en la ciudad de Nueva York y conoció de cerca el barrio La Floresta de Quito, en un invierno muy lejano y un paseo muy breve. Ochoymedio da la bienvenida a su pluma y augura que sus columnas no sean esporádicas y que nos deleite con su buen gusto.
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