Diferencia entre amor y obsesión
El amor es un sentimiento maravilloso. Intenso en sus comienzos y moderado en su desarrollo, siempre y cuando establezcamos unos límites. Si no tenemos cuidado y nos dejamos llevar por la pasión puede que acabemos obsesionándonos. La línea que separa el amor de la obsesión es muy fina.
La obsesión no es amor
Ser obsesivo en una relación de pareja significa ir más allá del amor y construir un muro que envuelve a la relación sin dejar margen de maniobra. La exclusividad que se establece es tan rígida que finalmente acaba originando sentimientos de desconfianza y alerta en la relación.
La obsesión ahoga, aprieta y asfixia, siendo su principal arma el control. Saber qué va hacer la pareja, cómo y cuándo, con quién va a estar y decidir sobre ello son algunos ejemplos. El foco de atención de la persona obsesiva está única y exclusivamente iluminando al otro, llegando a perder incluso la propia vida. Es como si todo girase en torno a la pareja y se hubieran anulado el resto de prioridades.
Cuando la obsesión aparece en una relación normalmente tiene que ver con una baja autoestima. Algo le falta a la persona que lo experimenta. Es como si una sensación de vacío le invadiera y se llenase con la otra persona. Mientras que quien siente amor no se llena con el otro sino que se complementa.
El amor ofrece aceptación, libertad y respeto. Da alas al otro en lugar de apresarlo con cadenas. Y aún estableciéndose un compromiso, no aparece la exclusividad como norma sino que se valora la honestidad y el bienestar de ambos miembros de la pareja.
Poner límite a la obsesión
El amor obsesivo llega a su fin cuando la persona que lo sufre es consciente de su comportamiento y decide acabar con él. Para ello, el primer paso es aceptar el componente obsesivo que se presenta.
Tras la toma de conciencia es muy importante dar espacio al otro, es decir, aflojar las cadenas con las que hemos apresado la relación para poco a poco convertirlas en alas. Derribar el muro. En este punto, es conveniente reflexionar sobre el para qué de esa obsesión. A menudo, si lo hacemos bien, encontraremos que la obsesión procede de un sentimiento de inseguridad por el temor a perder al otro o a quedarse solo principalmente. Cuando se haya detectado, el siguiente paso será responsabilizarse de esas necesidades y gestionar las emociones resultantes de ellas con el objetivo de evitar que interfieran en la relación.
Ponerse en el lugar del otro también ayuda porque aporta otra perspectiva. ¿Cómo te sentirías si te están controlando constantemente? Es muy importante entender que el amor no es vinculante y que la posesión y el control lo anula por completo. Amar es aceptar, elegir y respetar, en definitiva, confiar.
Otro aspecto que no podemos olvidar es la autoconfianza. Confiar en uno mismo es el impulso para hacer crecer la autoestima y de este modo, eliminar todas esas inseguridades y dudas en relación a la otra persona. Si está con nosotros es por elección no por obligación, por lo tanto ¿para qué controlar?
No obstante, en el caso de que se presenten dificultades a la hora de poner límites a la obsesión lo recomendable es acudir a un profesional especializado. El trabajo con él ayudará a encontrar una solución y a aprender diferentes tipos de estrategias para hacer frente a la situación.
El amor consciente
Ahora que ya sabemos qué significa ser obsesivo en una relación de pareja es conveniente conocer las características principales de un amor sano y consciente.
Así, amar de forma sana implica respetar al otro y comprender su individualidad. Es ser consciente de que la otra persona no está ahí para satisfacer nuestros deseos ni tampoco para curar nuestras heridas. Sino que permanece a nuestro lado porque así lo ha elegido.
Amar sanamente implica estar comprometidos por el crecimiento como motor de la relación de pareja. Lejos de miedos y ataduras. De manera que el objetivo de la relación no es ser felices, sino ser conscientes y evolucionar.
En definitiva, el amor es la práctica de la aceptación y la libertad. Un sentimiento intenso y sincero que nos ayuda a mejorar y que tiene como base el amor propio, porque si no nos amamos a nosotros mismos, difícilmente sabremos amar bien a los demás.