El desamor: cuando los sentimientos cambian y dejamos de querer a una persona
El desamor puede ser una experiencia dolorosa, pero es común en las relaciones que no funcionan.
El desamor puede ser una sensación muy dolorosa, sin embargo, la mayoría de las personas hemos atravesado este proceso.
Si no hay conflictos, la pareja puede vivir en una relación placentera o armónica que impacta de manera positiva en su vida. Sin embargo, cuando hay conflictos, y estos perduran, alguno de los componentes de la pareja puede llegar a experimentar ansiedad o hasta depresión. Cuando hay hijos, los conflictos en la pareja también pueden generar problemas en ellos, como depresión o trastornos en la conducta.
El desamor, una experiencia de dolor
Uno de las principales metas en la vida de pareja debería ser llevar una vida agradable, pero esto con el tiempo puede cambiar, ya que las emociones que surgen al inicio tienden a desvanecerse con la habituación.
Así, la etapa del enamoramiento cede el paso a lo habitual de la cotidianidad y la emoción se va diluyendo, la ilusión se pierde o los sentimientos cambian, lo cual suele generar crisis en el ámbito personal, social y dentro de la pareja.
Cuando las crisis emocionales se extienden, la persona comienza a ver la vida con pesimismo, con otra perspectiva. Al aparecer el desamor, la persona siente una carencia de sentimientos hacia la persona con la que vive y, al observarla, la interacción es diferente. Esta persona que está viviendo el desamor empieza a ver otras alternativas, a plantearse otros escenarios que antes eran impensables y puede llegar a tomar decisiones que lleven a término a la relación.
Quien siente desamor puede pensar: “no me siento feliz”, “vivo triste la mayor parte del tiempo”, “mi vida no avanza”, “¿por qué me ocurre esto?”, lo cual le lleva al deseo de querer dejar de sufrir.
Para quien vive el desamor de su pareja, este proceso de cambios le resulta muy doloroso. Según la autora Ana Fernández González, en su estudio sobre el desamor, en este estado hay una sensación de muerte, de algo que concluye, que existía en la fantasía o en la realidad, pero que termina.
La autora destaca que cuanto mayor ha sido el vínculo amoroso, más fuerte será el dolor para la otra persona, ya que esa persona a quien se amó ha sido parte de nuestro mundo. Esta experiencia no suele ocurrir de manera suave ni natural, por lo que no sabemos cómo estar disponibles para que algo muera. Se vive la sensación de soledad y de muerte al mismo tiempo.
En el caso de la soledad, esta se vive porque la persona que sufre el desamor del otro es consciente de que nadie le puede ayudar a salir ileso de la experiencia, sino que él mismo debe transitarla. Si bien alguien puede acompañar, al final, el viaje se hace solo.
Para algunas personas esta vivencia es muy dramática, especialmente por la impotencia de no poder cambiar las cosas por más que se quiera. Se siente que algo se desgarra en el interior, de allí que algunos expresen “sentir como si me arrancaran el corazón”, o experimentar una sensación de vacío.
Cambiar el dolor por crecimiento personal
En este punto, la persona que sufre tiene la opción de cambiar el dolor que genera el retener y poner en marcha la autorregulación y el autocontrol de las emociones.
Algunas afirmaciones para comenzar este proceso pueden ser: “ha llegado el momento de crecer como persona, de evolucionar”, “me siento en tranquilidad para conseguir una situación mucho mejor”. La persona, entonces emprende un deseo por vivir de otra manera.
Se debe considerar que la persona que siente desamor quizá ha estado sufriendo en silencio por mucho tiempo, hasta darse cuenta que su pareja no le complementa y ahora, con más fuerzas, desea salir adelante por sí mismo/a.
En el proceso de crecimiento de las personas, es posible que algunos tomen caminos separados y que una reconciliación no sea posible, sino que prime la distancia, pues los objetivos que ambos tenían ya han desaparecido.
El proceso del dolor que genera el desamor puede cambiar con la edad; entre los veinte y treinta años hay una etapa de construcción personal en la que cuesta menos comenzar una nueva vida. Sin embargo, entre los treinta y cincuenta, se observa el valor de los hijos y de las cosas materiales, por lo que se busca una vida que vaya en concordancia con el crecimiento personal.
Sea cual sea el rol que se esté vivenciando en el presente, siempre cabe hacerse la pregunta: ¿me siento conforme con la vida que tengo ahora?, ¿soy feliz con mi pareja?, ¿qué puedo cambiar?
Se debe tener presente que la elección que se tome será crucial en los años por venir, pero se debe pensar en sí mismo, por encima de todo.