El habla privada, la clave del autocontrol en la infancia

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El habla privada, la clave del autocontrol en la infancia

La conducta infantil está completamente controlada al principio por fuentes externas (Vasta, 2009). Después, de una forma gradual y progresiva, parte de ese control se interioriza, siendo un cambio fundamental de la regulación externa a la interna. Uno de los procesos más importantes para esto es el habla privada, concepto del que nos ocuparemos a continuación.

En este artículo veremos detalladamente qué es el habla privada, para después pasar a ver los dos modelos más importantes que explican dicho acontecimiento de la infancia: el modelo de Vygotsky y el modelo de Luria.

¿Qué es el habla privada en la infancia?

Muchos psicólogos creen que la transición desde el control externo al autocontrol se guía principalmente por el lenguaje del niño, lo que se ha desarrollado y conocido como habla privada (Vasta, 2009). Debido a su transformación en habla interna, el habla privada, que tiene un origen social, se desarrolla a lo largo de una curva que se eleva hasta un punto máximo y luego declina hasta casi desaparecer al comienzo de la edad escolar, donde comienza ya el propio habla interna.

Cuando el niño tiene entre tres y seis años, se le observa con más frecuencia hablando solo; utiliza el lenguaje, externalizado, como apoyo para la regulación de su conducta y pensamiento (Berk, 1992). El pensamiento verbal puede volver a externalizarse cuando somos adultos y en situaciones de especial dificultad o fatiga para ayudar a mantener la atención y facilitar la resolución con éxito de tareas.

Para tener clara la definición, podemos decir que el habla privada representa el intento del niño por usar el lenguaje no sólo como el instrumento de pensamiento que es, sino también como una herramienta de planificación, guía y dirección de la actividad en la solución de problemas (Vasta, 2009).

1. Modelo explicativo de Vygotsky

Lev Semiónovich Vygotsky (1896-1934), psicólogo ruso contemporáneo a Piaget, estudió el lenguaje infantil autorreferido y lo llamó «habla privada» (Van der Veer y Valsiner, 1988). Además de Piaget, Vygotski creía que este lenguaje juega un papel importante en el desarrollo del niño. El habla privada se asemeja al habla social (es gramaticalmente correcto) y a la función del pensamiento verbal, ya que ayuda a regular el comportamiento, la atención, las emociones, etc. Según Vygotski, el habla privada se abrevia y se predicaliza gradualmente a medida que crece hasta internalizarse.

Vygotsky estaba muy interesado en la observación general de que los niños preescolares se hablan a sí mismos mientras realizan un cometido, lo que conocemos como habla privada, siendo denominada habla egocéntrica por Jean Piaget (Vasta, 2009). Vygotsky, al contrario que Piaget, afirma que el habla privada de los niños surge de las interacciones con los padres y otros adultos mientras trabajan juntos en diversas tareas.

Con el transcurso de muchas de estas interacciones los niños comienzan a usar las directivas de sus padres, aunque no siempre en versiones tan completas o bien construidas, para dirigir sus propias conductas (Berk, 1992). Gradualmente, el habla de control se interioriza en forma de pensamiento, y los niños producen finalmente frases silentes similares a las verbales. En consecuencia, la autorregulación se desarrolla a partir de las interacciones sociales, proceso que Vygotsky denomina sociogénesis.

Según Vygotski, el análisis del habla privada es el método más adecuado para el estudio del pensamiento verbal porque comparte su función autorreguladora con esta última, permitiendo la observación directa de un fenómeno que, de otro modo, no sería accesible (Van der Veer y Valsiner, 1988). Sus ideas tienen aplicaciones clínicas significativas y tienen un fuerte respaldo empírico. Esta teoría es la base de la técnica de autoinstrucciones, que consiste en dividir una tarea que queremos entrenar en pasos y relacionarlos con una instrucción verbal.

2. Modelo explicativo de Luria

Alexander Luria, amigo de Vygotsky, se interesó mucho por la regulación verbal (Vasta, 2009). Mientras Vygotsky se centraba en la transferencia del habla paterna a los niños, Luria se interesó bastante más en el papel que tiene el habla en el control de la conducta de los niños, además de utilizar para su estudio un ingenioso pero sencillo método de laboratorio.

La conducta que era el centro de interés era la forma en la que los niños apretaban una pera de goma con sus manos (Vocate y Luria, 1987). La pera permitía a Luria investigar, entre otras cosas, qué factores eran efectivos para conseguir que el niño o bien comenzara a presionar la pera o bien se inhibiera de apretarla. Las conclusiones fueron las siguientes:

  1. Entre los 18 meses y los 3 años de edad, sólo el habla externa del adulto puede influir en la reacción del niño: la verbalización propia no es efectiva (Vocate y Luria, 1987). Además, el habla puede sólo hacer empezar la conducta, no inhibirla. El aspecto del habla que controla la conducta durante este período de la infancia es el impulso más que el significado.
  2. Entre los 3 y los 4 años y medio, el habla exterior puede controlar tanto el comienzo como la inhibición, indicado que el contenido semántico de la orden dada por ottos ha comenzado a tener importancia (Vasta, 2009). El habla autodirigida del niño puede ocasionar ahora que comiencen a presionar, pero como durante esta época los niños responden sólo al pulso de su propia habla, no pueden aún producir un autocontrol de la inhibición.
  3. Hacia los 5 años de edad, la autodirección del habla puede controlar su conducta casi tan bien como el habla del investigador que le da instrucciones (Vasta, 2009). Luria sostenía que en ese momento, el habla oral del niño se interiorizaba al comenzar a guiar sus reacciones con instrucciones silenciosas. Su propia investigación, sin embargo, no continuó examinando esta parte final del proceso.

Lo más importante de la investigación que realizó Luria es que ilustra las capacidades limitadas del procesamiento de información de los niños más pequeños, que solían responder más a la presencia o ausencia de una orden que a su contenido (Vasta, 2009). Tal y como los datos sugieren, gritarle a un niño que comienza a caminar para evitar una reacción podría realmente hacer más probable la realización de un acto peligroso.

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