La prisión de la baja autoestima

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La infancia puede ser determinante en la formación de nuestra autoestima, pero siempre es posible cambiar y valorarnos más.

La baja autoestima nos encarcela a la dependencia de los demás y al desprecio de nosotros mismos provocándonos malestar. La clave del cambio está en hacerse visible a uno mismo y comenzar a valorarse.

El peso de la infancia en nuestra autoestima

La autoestima es la percepción evaluativa que tenemos de nosotros mismos, es decir, cómo nos valoramos. Así, habrá personas que construyan una idea sobre sí mismas positiva, otras que justo hagan todo lo contrario y se valoren negativamente y luego, aquellas que fluctúen de positivo a negativo según las circunstancias. Como vemos la autoestima es una cuestión de grado que condiciona la vida de cada uno de nosotros.

La autoestima se forja en la infancia y va fluctuando con el paso de los años, afectada por lo que ocurre a nuestro alrededor. Todo aquello que nuestros padres nos dijeron o no, cómo nos trataron y de qué forman nos mostraban su afecto repercute en cómo luego, nos valoramos. Incluso, en cómo vamos a relacionarnos con los demás y en nuestras relaciones de pareja. Todo tiene que ver con el valor que nos otorgamos a nosotros mismos, aunque no nos demos cuenta.

De modo que si yo me siento querida y valorada por como soy desde mi infancia, probablemente creceré con un sentimiento de seguridad y confianza por mi misma que me permitirá mostrarme como soy y relacionarme sin tapujos. Ahora bien, si lo que he sentido constantemente han sido desprecios y críticas hacia mi forma de ser, lo cual me ha llevado a complacer a los demás para de algún modo sentirme querida, es muy probable que se haya instalada en mi la inseguridad y el miedo por mostrarme como soy y la exigencia imposible de intentar ser perfecta a los ojos de los demás. Así, buscaré personas que me confirmen que no soy válida y mis relaciones no serán casi nunca satisfactorias porque me habré convertido en prisionera de la baja autoestima.

Características de una persona con baja autoestima

La baja autoestima atrapa de tal forma a la persona que es muy difícil que se dé cuenta por ella misma de lo que ocurre, ya que tanto sus pensamientos como sus sentimientos y su forma de actuar se encuentran impregnados por esa sensación de invalidez. Una baja autoestima demuestra un pobre afecto sobre cómo la persona se imagina, debido a su desaprobación y devaluación constantes por sí misma.

Al escuchar las historias de personas con baja autoestima nos percataremos de que rara vez dicen algo bueno sobre sí mismas, realizan muchas justificaciones sobre su comportamiento y de algún modo, muestran su imperiosa necesidad de ser aprobadas por los demás. Además, este tipo de personas son mucho más vulnerables a las críticas que cualquier otra, porque al no estar seguras de sí mismas, cualquier comentario les afecta, sobre todo si es negativo.

Hay momentos en los que las personas con baja autoestima se encuentran aparentemente bien y contentos, aquellos en los cumplen las expectativas de los demás o los felicitan por algo que han hecho. El problema radica cuando se confunde el valor personal con la complacencia a los demás.

Las personas con baja autoestima no han tenido tiempo de descubrir sus fortalezas para protegerse. En su interior hay una pequeña vocecilla rumiándoles constantemente que no son suficientes, criticando y comparando cada cosa que hacen.

Cómo liberarse de la baja autoestima

Escapar de la prisión de la baja autoestima necesita grandes dosis de amor por uno mismo porque reforzar nuestra autoestima significa fortalecer cómo nos valoramos, es decir, tenemos que aumentar nuestro valor personal ante nosotros mismos y no delante de nadie.

Es muy importante tener en cuenta que nuestro nivel de autoestima puede ser variable debido a los diversos acontecimientos que puedan ocurrirnos y a nuestro crecimiento personal, no obstante lo primordial es comenzar a cultivar la capacidad de valorarnos y querernos.

Para ello, el primer paso es la aceptación. Aceptarse significa reconocerse, hacerse visible y mirarse libre de juicios, teniendo en cuenta tanto nuestras virtudes como nuestros defectos. Aceptarse es recogerse con los brazos abiertos para comenzar a quererse. De esto modo, descubriremos todo un mundo de capacidades que se revelan desde nuestro interior y que ni siquiera sabíamos.

Poco a poco seremos capaces de darnos cuenta de que somos valiosos independientemente del resultado que logremos porque habremos aprendido a prescindir de autojuzgarnos y a calibrar la importancia de las opiniones de los demás.

Por último, es importante que no dejemos de chequearnos de vez en cuando. Detenernos y mirarnos al espejo para preguntarnos ¿cómo estás? no deja de ser un potente ejercicio para conectar con nosotros mismos y sobre todo, si le añadimos «te quiero» porque no hay nada más sincero que el amor que podemos demostrarnos a nosotros mismos y que luego se convertirá en el puente que nos permita demostrar amor hacia los demás.

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