Los problemas de la convivencia en pareja
La convivencia en pareja es clave para su continuidad o ruptura, pero no siempre es fácil tolerar al otro. La ideología familiar también influye.
La convivencia es siempre donde se juega la continuidad o la ruptura de una pareja. Tolerar la existencia de los otros no es algo que el hombre traiga aprendido en su genoma, sino más bien lo contrario y en la vida de toda pareja siempre acontece cierta sobredeterminación de la ideología familiar. No sólo repetimos el modo de amar que aprendimos de nuestros padres, también mostramos una gran intolerancia frente a otros modos de amar. A menudo sucede que pensamos el amor como una transacción económica, si tu me das un beso, yo te doy un beso, cuando el verdadero amor estaría más cerca de lo que te enseña a amar. Por eso cuando escribimos una carta siempre esperamos que el otro conteste, sin pensar que en ese gesto de dar yo también recibí; gracias a esa relación me encontré escribiendo una carta, que nunca hubiera escrito de no tener a quien enviarla. Al ser humano le cuesta desprenderse de ese primer amor, que son los padres y más concretamente de aquella madre cuyos cuidados le salvaron de una muerte segura. Muchas parejas son reflejo de esa primera relación, donde la dependencia es extrema. Alejarse de los padres, pensar una vida diferente a la que uno aprendió en su casa, no es tarea fácil.
Los problemas en la convivencia con la pareja
Nos podemos encontrar, sin explicarnos muy bien cómo, viviendo relaciones amorosas donde siempre se repite una misma situación. Así vemos a mujeres que siempre se enamoran de hombres que las pegan, hombres que siempre son abandonados y estafados por sus esposas. En la elección de pareja está presentes deseos inconscientes que el sujeto desconoce. Algunas parejas se unen para tener un hijo y cuando lo tienen se separan, sin que nadie alrededor ni tampoco ellos mismos pueda entender qué les está ocurriendo; incluso hay quien se une para destruirse mutuamente.
La relación con las familias de ambos es a menudo fuente de graves problemas. Muchas veces la intromisión familiar en la vida de la pareja es potenciada por la propia pareja que hace partícipe a los familiares de sus vicisitudes matrimoniales, en vez de acudir a un especialista. Los problemas de pareja no pueden resolverse dentro de la familia porque los afectos de cada uno interfieren en la escucha de lo que está ocurriendo. Los enfrentamientos con las suegras, de las que tanto se habla en el refranero, pueden ocurrir cuando la mujer quiere desempeñar también el papel de madre con su marido o el hombre con la mujer y ahí surgen los celos. Las peleas con la suegra no dejan de ser una situación en la que dos mujeres rivalizan por un mismo hombre. Aceptar que nuestra pareja tiene padre y tiene madre permite poder pactar. Es necesario que uno reconozca la realidad para poder transformarla. En cierta forma, negar que uno provenga de padre y madre es un modo de negar la propia mortalidad.
Los celos, que todo el mundo ha sentido en alguna ocasión, son un sentimiento normal, que puede tornarse patológico y transformarse en un sentimiento de posesión exagerado. Sentirse atraído hacia otros hombres y mujeres que no son la pareja, es algo que no siempre se admite de buen grado y en ese no aceptar mi propio deseo, puedo proyectarlo en mi pareja, de manera que acuso al otro de ser infiel cuando en realidad soy yo quien desea ser infiel. Son los llamados celos proyectados. Pensar que al cabo del día se experimenta un crisol de sentimientos y afectos, sin que haya necesidad de hacer nada al respecto, libera. La intolerancia frente a los propios afectos imposibilita observar los ajenos con cierta condescendencia. Una pareja tarda años en construirse y cuando no se realiza el trabajo necesario para mantenerla viva, se tienen sentimientos de inferioridad, que se traducen en un constante temor a perder al compañero. En la vida de toda pareja siempre hay más de dos, porque acompañan las frases que uno escuchó a sus padres, abuelos, tíos. Separarse de los padres es siempre una tarea incompleta, por eso que si enfrentamos a nuestra pareja al dilema de elegir entre nosotros o sus padres, probablemente nos sorprenda que los elegidos sean los progenitores.